HE aquí la cuarta entrega de la serie «cosas que aprendí en Finlandia», donde se hacen odiosas comparaciones entre nuestro pais y el de ahí arriba. Admiro Finlandia y se me ha quedado grabado todo lo que observé y me hizo ser creyente en unos baremos mas altos, de los que seguramente nunca me habría percatado si no hubiera pasado 2.5 años allí. Mi madre siempre me dice «si claro pero los Finlandeses tienen una alta tasa de suicidios», yo le respondo que es un sistema con estándares tan altos que es inaguantable soportar la existencia siendo un chufla.
Estándares altos como la gestión del país en cuanto a educación, la asombrosa honradez que existe no solo a nivel político sino ciudadano, ese «greater good» común que está por encima de lo individual, el respeto por el silencio, la escasa basura en la tele (excepto la importada).. lo veo todo tan claro, tan fácil y tan obvio que se hace imposible razonar por que aquí (y especialmente en el sur de España) maquillamos todo y somos demasiadas veces esbirros del verbo parecer. Hoy voy a hablar brevemente de algunos sentimientos sobre la figura del jefe.
En Finlandia las relaciones con mis superiores han ido bien a nivel general. He ido a sus casas, a la sauna y hemos hablado de cualquier tema, como si fuera el vecino o el que te toca al lado cuando viajas en bus. No recuerdo tener que sonreir forzadamente, mas bien recuerdo la sensación de vínculo gracias a la buena comunicación, concepto que aparentemente todo el mundo conoce muy bien.
Cualquiera que tenga una mínima experiencia laboral en España sabrá que aquí los jefes lejos de ser personas normales son seres de la mitología griega, individuos recubiertos de una extraña gelatina procedente de otro planeta, sufridores azotados por la indulgencia, complacencia, baba, y otras suertes de trato sesgado. Incluso la palabra «jefe» ya tiene connotaciones que vienen del barrio del temor, se ve cuando un empleado ha dejado de razonar y obedece ciegamente a lo que le digan cual seguidor de un dogma, cuando con los años un cargo medio se transforma en bulldog y azuza a los de abajo, tal como hicieron con el/ella, continuando la saga. Al cargo medio bulldog le va bien en la empresa porque se ha dejado sacudir, tal como hacen los latin kings cuando un nuevo miembro se incorpora. Tienes que ser como ellos, demostrarlo. Para algunos mantenerse en el puesto es mas importante que salvaguardar los valores. El jefe viene a la oficina y los trabajadores se ponen firmes, por si acaso. ¿Oficina o cuartel?; La palabra jefe necesita tratamiento, pasar por la lavadora o eliminarla, ha degenerado tanto que para ganarnos el favor del camarero le llamaremos «jefe!«.
Ahora, tras estar 5 años en España me parece de coña haberme ido en pelotas a la sauna con jefazos de otras empresas, tan tranquilos, ¿what´s the problem? Ninguno, como ya te digo es como hablar con el tipo de al lado en el bus.
Mientras que en Finlandia la relación con tu jefe será constructiva y siempre con argumentos por medio, aqui opinar está de mas. ¿Sabías que el 70% de las personas que abandonan sus empresas lo hacen por una mala relación con su jefe? ¿Tendrá que ver el salto generacional?.
En un pais donde la meritocracia está anulada y reina el cortijismo via amiguetes, dedazos, eres mi sobri, etc es normal que la gente comente si alguien conoce a alguien. Recuerdo un compañero de trabajo (en Sevilla) cuyo primer apellido coincidía con el segundo del jefe de departamento. Había chismes acerca de este tema y mi amigo tuvo que salir a desmentir… no muy lejos de los soap operas del medio día.
La medallita
En aquella misma institución, y siendo yo un inocente trabajador cuya tierna infancia laboral había sido alimentada en Finlandia, aun virgen y ajeno a tanta jodienda sufrí una anécdota que contriburía a formar el shock cultural de entonces, ocurrió así:
Me encontraba organizando un viaje donde iban 3 personas, una de ellas era el gerente (el jefe de mi jefe de entonces). Ya tenía confirmación de las otras dos y desconocía que pasaba con el gerente. Quería comunicarme con el. Como era nuevo y no conocía a mucha gente, pretendía molestar lo menos posible a mis nuevos compañeros además de aprovechar para saludar y preguntar si necesitaba alguna documentación extra acerca del proyecto, objeto del viaje. Cuando me incorporo a una empresa a trabajar tengo una mentalidad japonesa, soy así de astuto. Llamé a su extensión y respondió alguien, me dijeron que no estaba y qué quería. Me presenté, expliqué el tema y deje el recado.
Al día siguiente mi jefe me llama a su despacho para tratar un tema y cuando terminamos me dice «Enrique, cierra la puerta por favor», sin mas. La cierro y me suelta con una sonrisita: «me han dicho que ayer llamaste al gerente; que, ¿intentando ponerte una medallita?
Y yo no sabia que decir men. ¿Que es eso de la medallita? le pregunté. Debió pensar que le estaba tomando el pelo; Pues eso, que te quieres ganar unos puntitos no? con el tiempo supongo se dio cuenta de que no le mentía porque tuvimos buena relación y nos reíamos bastante, excepto al final :). Total que me dejó claro que bajo ningún concepto volviera a dirigirme directamente al gerente, siempre a el (A MI A MI A MI decía). Así aprendí que por estos lares ponerse una medalla es intentar hacer bien tu trabajo.
Otra vez me ocurrió que me coloqué al lado del gerente en la caseta de feria y le comenté algo, el tipo me dió un cachete cariñoso con una gran sonrisa mientras miraba al tendío. Como si le hubiera contado un chiste. Al rato varios me preguntaban que si había estado hablando con el y de que.
Te imaginas un pais donde puedes acercarte al jefe de tu jefe, sin mas, y hablar de cualquier cosa, como por ejemplo algo que no tenga que ver con la empresa?
La cosa se ensucia cuando existe la idea de que tu interlocutor considere la posibilidad de que te acercas a el por puro interés personal, o sentirte observado sabiendo que los de alrededor comentan y rumorean. Actuar con el escudo «a mi plim» es algo que no todo el mundo sabe hacer, y tiene efectos colaterales.
Lo que me asombra es saber que algunos se han apuntado a aprender padel o golf para socializar fuera del curro, esto es una triste verdad. Ahora me direis, «es la cultura, estúpido!«, si claro que es la cultura, es que somos así, y precisamente en estas pamplinas se nos va la fuerza.
Lo que mas echo de menos es la sensación de libertad para hablar y decir lo que piensas, dedicando el procesador a avanzar en el trabajo y no a calcular que es lo que no debes decir. No tener la necesidad de atesorar un repertorio de chistecitos cual bufón carpetovetónico. Yo no se contar chistes, estoy jodido.
Alex
«(…)es un sistema con estándares tan altos que es inaguantable soportar la existencia siendo un chufla».
Qué bueno, fenómeno. Si ese criterio se impusiera aquí…